08 julio 2017

Marxismo y la "segunda independencia"

El próximo domingo, 9 de julio, se cumplirán 201 años de la declaración de la independencia argentina. A raíz de una  conmemoración más de esta fecha, se multiplican desde el nacionalismo progre-izquierdista hasta la izquierda radical marxista, los llamados a luchar por una “segunda independencia”. El argumento central es que Argentina hoy está sometida a un dominio de tipo colonial (algunos grupos hablan de semicolonia, otros de neocolonia). En este amplio espectro de pensamiento existen, por supuesto, algunos matices y diferencias. Los militantes y organizaciones de izquierda (trotskistas, guevaristas, maoístas, entre otras) manifiestan que hay una doble explotación: la del país de conjunto y la explotación de la clase obrera por el capital. Y que la explotación nacional se mantuvo desde que Argentina se conformó como nación formalmente independiente, es decir, antes de 1816 hasta la actualidad. Por su lado el nacionalismo burgués o pequeño burgués, en cambio, no enuncia palabra alguna de la explotación de la clase obrera, y por otra parte, y mayoritariamente, afirma que el dominio colonial fue interrumpido entre 1946 y 1955, con los gobiernos de Perón; y entre 2003 y 2015, con los gobiernos de los Kirchner.


En cualquier caso, y por sobre las diferencias de enfoques históricos, el punto de partida es que en Argentina hoy está esbozada la tarea histórica de lograr la segunda independencia. Según esta concepción, estaríamos más o menos como antes del 9 de julio de 1816.

En futuras notas del blog  argumentare con más detalle -reanalizando una tesis que viene de Lenin, y que muy fue desarrollada en Argentina por diversos grupos, al menos desde los años 1960 - por qué observo que la demanda de una segunda independencia no tiene rumbo en la actualidad. Analizo algunos pasajes que sintetizan la posición. En primer lugar, sobre la noción de liberación nacional.

Sobre la liberación nacional

“El significado de la demanda de liberación nacional deriva de la naturaleza de la relación colonial o semicolonial, ya que se trata de obtener el derecho a la autodeterminación política y ‘a la existencia de un Estado separado’ (Lenin, 1916).
Por ende, es una demanda democrático-burguesa, del mismo tenor que otras reivindicaciones democráticas; por ejemplo, el derecho al voto, o al divorcio. La autodeterminación constituye un derecho formal, pero de consecuencias económicas, ya que la constitución de un Estado independiente termina con el pillaje y el robo del país sometido por medios extraeconómicos. Por eso también, la autodeterminación genera mejores condiciones para el desarrollo capitalista”(Lenin, 1916, las negrita son mías).

Un país que deja de ser colonia, o semicolonia, y se constituye como Estado autónomo pasa así al estatus de ‘dependiente’. Esto implica que el Estado tiene jurisdicción sobre su territorio: ‘En el momento en que una colonia ha luchado y conquistado su independencia política, se constituye nuevamente en una formación social propia’ (Sonntag p. 151 las negritas son mías). Sonntag sustenta que después de la independencia se continúa acumulando capital para la economía dominante (o las economías dominantes), pero también ‘debe iniciarse un proceso de acumulación interna y de reproducción ampliada de capital que tenga como objetivo el sustentamiento y la expansión interna de las formaciones sociales creadas, incluso cuando sea muy bajo su volumen’ (pp. 151-2)”.

Los pasajes que acabamos de exponer referidos son el folleto de Lenin “El imperialismo fase superior del capitalismo” y “Hacia una teoría política del capitalismo periférico” de Sonntag. Que recomendamos su lectura minuciosa a fin de que el lector saque sus propias conclusiones.

Dependencia económica y  agitación

Pero la liberación nacional no elimina la dependencia económica:

“Sin embargo, la autodeterminación nacional no elimina –ni puede hacerlo- la dependencia económica, que en el enfoque de Lenin, está asociada al predominio del capital financiero, y no puede desaparecer en tanto haya capitalismo” (véase Lenin 1916). Por tanto, la superación de la dependencia económica de un país atrasado es extralimitado lo que puede lograr una revolución nacional burguesa y democrática, o anti-imperialista. En fin, acabar con la dependencia no puede plantearse como tarea nacional burguesa y democrática. Por ejemplo, y siempre según el enfoque de Lenin, que coloca como ejemplo el caso de Noruega, al independizarse de Suecia, había alcanzado su liberación nacional, esto es, el derecho formal a ser un Estado independiente. Sin embargo, desde el punto de vista económico, continuaba siendo dependiente, y esto no podía ser de otra manera en tanto perdure el sistema capitalista. “Ninguna medida política puede prohibir un fenómeno económico’ observa Lenin. Noruega, Polonia y otros países atrasados podían acceder a la independencia política, pero esto no cortaría la dependencia del capital financiero. ‘La independencia de Noruega, lograda en 1905, fue solo política. No podía afectar su dependencia económica, ni era su intención” (Lenin 1916). Subrayaba que ‘la autodeterminación concierne sólo a lo político’, y no tenía sentido siquiera hablar de la imposibilidad de la autodeterminación económica’.

¿Puede plantearse una relación colonial?

Con respecto al caso específico que nos compete la independencia de  Argentina, las políticas desarrolladas por su clase burguesa dirigente, no se pueden sujetar con el esquema “relación colonial”.

“…en el caso de Argentina, se puede sostener que desde su organización nacional más o menos definitiva, en 1880, las políticas económicas y sociales no fueron impuestas por potencias extranjeras, ocupaciones militares o gobiernos instalados por ellas. A lo largo de la historia los gobiernos argentinos adoptaron muchas medidas que serían impensables dentro de una relación colonial, o semicolonial. Como botones de muestra, recordemos que en 1973 Argentina estableció relaciones comerciales con Cuba, la Unión Soviética y Polonia, y obligó a las multinacionales estadounidenses, a participar en ese comercio, contra los deseos de Washington; más tarde, la dictadura militar exportó trigo a la URSS, a pesar de la oposición de EEUU; en 1982 Argentina ocupó militarmente Malvinas; ese mismo año el país entró en cesación de pagos de su deuda; en 2001, defaulteó; desde 2005 el gobierno argentino se ha negado a realizar los informes anuales para el FMI; también en años recientes Argentina reconoció a Palestina como ‘Estado libre e independiente’, contra la posición de EEUU; actualmente el gobierno sigue sin regularizar su deuda con el Club de París; y negocia con China y otros países según sus conveniencias. Cualquiera de estas medidas era inconcebible en una semicolonia como lo era China de los años 1910”.

Bases empíricas de la dependencia

Con respecto a esto, es necesario señalar que la misma dinámica del desarrollo capitalista genera las bases materiales para las políticas de los países dependientes, no coloniales como sostiene la mayoría de la izquierda:

“A medida que los países se fueron liberando del dominio colonial y semicolonial –América Latina en el siglo XIX, la mayor parte de Asia y África en la segunda posguerra, y hasta los años 1970- se generalizó el modo de producción capitalista, y con él la participación de las burguesías de los países atrasados en el manejo de “sus” Estados. En consecuencia, las medidas económicas de estos gobiernos se deciden de manera creciente teniendo en cuenta la situación competitiva en que se encuentran los capitales locales y de qué manera pueden avanzar sus intereses, en el marco de relaciones económicamente desiguales. Esto comprende incluso a países cuyas luchas fueron ejemplos del combate antiimperialista y anticolonial. Por ejemplo, hasta 1975, el gobierno de Vietnam del Sur era un títere del imperialismo estadounidense, y por lo tanto podía considerarse que el país era una variante de semicolonia. Después de 1975, y con el triunfo sobre EEUU, Vietnam se unifica bajo el nuevo gobierno revolucionario. Pues bien, y contra lo que muchos esperaban (o esperábamos), en 1976 el gobierno vietnamita pidió el ingreso del país al Fondo Monetario Internacional y al Banco Asiático de Desarrollo, y aprobó leyes para fomentar las inversiones extranjeras. Pero no se trató de una imposición colonial, sino de la decisión de un país políticamente independiente. (…)

… el gobierno argentino de Cristina Kirchner está procurando atraer inversiones chinas, y no por ello es “lacayo” del imperialismo chino. Como tampoco lo es de Estados Unidos, aunque cierre acuerdos con Chevron, acate las sentencias del CIADI y negocie la deuda con el Club de París”.

Todo esto por supuesto no niega que existen presiones políticas y diplomáticas de los Estados más poderosos, y de los capitales internacionales, sobre los gobiernos de los países más débiles:

“En este punto, y a diferencia del planteo de Lenin, diría que esa dependencia económica no está asociada exclusivamente a la existencia del capital financiero internacional, sino al conjunto del capital –las grandes transnacionales abarcan también la industria, el comercio, la agricultura- y a la estructura desigual del modo de producción capitalista mundial. Naturalmente, los capitales más avanzados científica y tecnológicamente, y con mayor poder comercial y financiero, ejercen presión sobre los capitales más débiles; y los Estados nacionales más fuertes, asociados a esos capitales avanzados, tienen un poder de presión incomparablemente mayor que los Estados de los países atrasados. Por eso, así como EEUU presiona a los países latinoamericanos, Brasil hace lo propio con Paraguay y Bolivia (recordemos los conflictos en torno a Itaipú, o por los precios que paga Petrobrás a Bolivia); y también Argentina con Paraguay y Bolivia; o con Uruguay. Pero esto no significa que existan relaciones de tipo semicolonial entre estos países. Por ejemplo, Argentina presiona a Uruguay por la construcción del puerto de aguas profundas que alienta el gobierno de Mujica, sin que ello implique que Uruguay sea semicolonia argentina. Estas presiones derivan del modo de producción capitalista, y son ineludibles en tanto exista la propiedad privada y el mercado mundial”. (…)

Pensar que un país capitalista puede abstraerse de las relaciones económicas o modificar esta dinámica objetiva. La dependencia económica de los países atrasados con respecto a las grandes potencias no se puede eliminar con la liberación nacional como sostienen algunos, que atañe solo a lo político. Esta es una dependencia que está asociada al desarrollo internacional dispar de las fuerzas productivas. Por eso, un programa socialista que plantee esta salida sería reaccionario (en el sentido del atraso de la ciencia y la tecnología) si propusiera desarrollos autárquicos, y basados en los particularismos nacionales. Una “liberación nacional” tipo a lo Corea del Norte no es “liberación” en ningún sentido podría ser progresista  que mejorara las condiciones de vida de las masas trabajadoras, ni de las condiciones para acabar con toda forma de explotación capitalista, que es lo que en definitiva nos importa a los socialistas.

Explotación del país y clase obrera

Para finalizar en lo referente a la explotación sostenemos que no tiene sentido afirmar que Argentina es explotada por el imperialismo, (es decir. el conjunto de sus habitantes) no es el país son los trabajadores los explotados, esto es producto de la relación capitalista dominante: En esta explotación participan tanto los capitales nativos y foráneos como socios, según sus capacidades relativas.

Por solo nombrar a los explotadores, que tienen nombre y apellido estos son en Argentina los grupos Socma, Techint, Lázaro Báez, Bulgheroni, Clarín, Macro, Arcor, Pescarmona, Grobo y semejantes, no son los explotados, sino explotadores. Algo similar ocurre con los grandes grupos económicos mexicanos, chilenos, malayos, chinos o indios. Estos pueden estar asociados con capitales extranjeros, sean financieros, comerciales o productivos, pero no por ello están colonizados. Lo mismo se puede decir de los inversores argentinos (o de cualquier otro país dependiente) que realizan inversiones directas en otros países, o colocan fondos en los grandes centros financieros del mundo.

En conclusión, lo que plantea hoy la izquierda nacionalista burguesa y pequeña burguesa, nacional marxista o radical. Creemos que la tarea prioritaria debería partir de la liberación social de los explotados por el capital. La consigna tan levantada hoy sobre la “segunda independencia” solo nos empuja a la conciliación de clases y al nacionalismo de todo tipo.

Bibliografía:

Lenin (2008) Buenos Aires “El imperialismo fase superior del capitalismo” Ed. El libertador
SONNTAG Heinz RUDOLF “Hacia  una  teoría política del capitalismo” www.revistas.unam.mx/index.php/pde/article/download/44663/40320
Astarita, Rolando 2014 “Lenin, sobre dependencia y liberación nacional (1), (2), (3)”

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02 julio 2017

Sobre el regreso de Cristina Kirchner



Cristina  volvió a la escena política nacional, y con su regreso sepultó los pronósticos sobre la desaparición inmediata del kirchnerismo. Lo cual debe ser analizada minuciosamente por los que adherimos al socialismo científico, tenemos la obligación de analizar los hechos, no solo nuestros deseos. Nos guste o no, el kirchnerismo y Cristina siguen siendo actores principales en el escenario político nacional. Competirá en las próximas PASOS como senadora por la provincia de Buenos Aires, en un frente conformado que la tiene como figura política “Frente Unidad Ciudadana” con aliados como Compromiso Federal, del gobernador de San Luis Alberto Rodríguez Saá, Frente Grande, del intendente de Ensenada  Mario Secco, Kolina, de la gobernadora de Santa Cruz Alicia Kirchner (cuñada de la exmandataria), Nuevo Encuentro, de Martín Sabbatella, y el Partido de la Victoria, de Aldo San Pedro. Este frente competirá por fuera del PJ, en una maniobra pensada para evitar la interna con el exministro K de Transporte Florencio Randazzo, que lo tendrá como competidor en las PASO al intendente de José C. Paz Mario Ishii. Quedó excluido, además, el jefe de MILES Luis D’Elía. Como vemos nada nuevo solo se quiere maquillar a sus candidatos de “estar preocupados por los males sociales”. De un lado, la solidez del consenso en torno a la necesidad del ajuste,  que llevó a la alianza Cambiemos a ganar la presidencia. Los golpes sobre la clase trabajadora han sido muy fuertes, sin que se observe por el momento ninguna acción contundente de parte de los afectados (sin desconocer por cierto, las luchas locales). El gobierno de Macri avanzó en un terreno abonado por la fragmentación y el individualismo, y por una depresión económica iniciado en 2011.

La cuestión política fundamental es el ajuste, después de octubre. La política económica del macrismo es una ofensiva a fondo sobre los derechos de los trabajadores, para restablecer de esta manera la tasa de ganancia de los empresarios. En tiempos de crisis se diluye la ilusión del Estado “Somos todos” y aparece el Leviatán de la burguesía en todo su esplendor. Los políticos burgueses, cuyo oficio consiste en diseñar vestiduras para cubrir las desnudeces del Estado, se ponen nerviosos, no saben muy bien qué hacer. Los rezongos de Carrió, de Massa, etc., disimulan apenas el consenso general en torno al ajuste.

Con el correr de los días, la desnudez burguesa de cambiemos comienza a generar descontento. Las centrales obreras y los sindicatos, defensores consecuentes del orden burgués, dan señales de que tienen que hacer algo para calmar la bronca de muchos trabajadores, tanto de los que sufren en carne propia los despidos como de aquellos que ven cómo se evaporan sus salarios con la inflación. Pero tampoco pasan del terreno de la queja, pues ellos también comparten el consenso en torno al ajuste.

Cristina Kirchner es, en esta coyuntura política, la oposición políticamente correcta al “neoliberalismo”; más claro, la oposición ornamental que todo gobierno precisa para mantener el entusiasmo de sus partidarios sin que se note demasiado que defiende los intereses egoístas de una clase especifica de la sociedad. Parafraseando a Lenin, Macri puede afirmar que “El macrismo es la etapa superior del kirchnerismo”.

La dirigencia comandada por Cristina es incapaz de luchar contra el ajuste en curso, en el caso de Santa Cruz lo demuestra, aunque sea en el terreno de las reivindicaciones económicas más elementales (despidos, reducción de salarios, etc.). Si algo caracterizo a Cristina durante su carrera política fue una actitud de menosprecio, hacia las demandas obreras elementales (el ejemplo más claro es su crítica a los docentes durante el  discurso de apertura en el Congreso en 2012). El kirchnerismo llegó al gobierno con el objetivo de restablecer la confianza en las instituciones capitalistas erosionada por la crisis de 2001; ello lo obligó a realizar concesiones a los trabajadores y demás sectores populares. Pero Cristina jamás se sintió cómoda con las cuestiones obreras.

En la coyuntura actual, donde los trabajadores sufren el peso principal de la ofensiva de la crisis capitalista, Cristina ha permanecido callada ante las decenas de miles de despidos y el empeoramiento de las condiciones laborales.

La historia reciente del kirchnerismo lo coloca en mala posición para enfrentar el ajuste. Cristina asumió su segunda presidencia en 2011 e intentó durante los primeros meses imponer la “sintonía fina”, una política económica dirigida a implementar una versión moderada del ajuste de las tarifas de los servicios públicos. La política frente a la deuda externa del kirchnerismo consistió en pagar al contado todo lo que pudo (de ahí que Cristina haya podido vanagloriarse de ser “pagadora serial” de deuda externa) y en negociar con los acreedores para salir del default. En este sentido, el acuerdo con el Club de París (2014), llevado a cabo por el ministro Kicillof, puede figurar cómodamente en un ranking de negociaciones vergonzosas con los acreedores.

El éxito de Cambiemos requiere, paradójicamente, de la oposición del kirchnerismo. Macri necesita que Cristina sea su “enemiga”. Sólo así podrá aglutinar detrás de sí a los sectores que detestan al kirchnerismo. Al mismo tiempo, la presencia de Cristina como principal dirigente de la oposición asegura que el ajuste no será cuestionado seriamente en términos anticapitalistas.

La capacidad de movilización del kirchnerismo es innegable, así como el liderazgo de Cristina. Pero mucho más innegable es su papel lamentable frente al ajuste en proceso. La ausencia de alternativas de izquierda disimula su impotencia. En definitiva, esta ausencia representa la gran derrota de la clase trabajadora. Construir esa alternativa anticapitalista es el gran desafío que tenemos por delante los revolucionarios.

En conclusión las crisis capitalista mundial es evidente, y como no podía ser de otra manera afecta también a nuestro país; la lucha por la independencia de los trabajadores de toda política burguesa, así sea nacionalista de izquierda y vertientes burocráticas-estatistas pequeña burguesa de toda índole, debe estar más vigente que nunca.
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