Cristina
volvió a la escena política nacional, y con su regreso sepultó los
pronósticos sobre la desaparición inmediata del kirchnerismo. Lo cual debe ser
analizada minuciosamente por los que adherimos al socialismo científico,
tenemos la obligación de analizar los hechos, no solo nuestros deseos. Nos guste
o no, el kirchnerismo y Cristina siguen siendo actores principales en el
escenario político nacional. Competirá en las próximas PASOS como senadora por
la provincia de Buenos Aires, en un frente conformado que la tiene como figura
política “Frente Unidad Ciudadana” con aliados como Compromiso Federal,
del gobernador de San Luis Alberto Rodríguez Saá, Frente Grande, del intendente
de Ensenada Mario Secco, Kolina, de la
gobernadora de Santa Cruz Alicia Kirchner (cuñada de la exmandataria), Nuevo
Encuentro, de Martín Sabbatella, y el Partido de la Victoria, de Aldo San
Pedro. Este frente competirá por fuera del PJ, en una maniobra pensada para
evitar la interna con el exministro K de Transporte Florencio Randazzo, que lo
tendrá como competidor en las PASO al intendente de José C. Paz Mario Ishii.
Quedó excluido, además, el jefe de MILES Luis D’Elía. Como vemos nada nuevo
solo se quiere maquillar a sus candidatos de “estar preocupados por los males
sociales”. De un lado, la solidez del consenso en torno a la necesidad del
ajuste, que llevó a la alianza Cambiemos
a ganar la presidencia. Los golpes sobre la clase trabajadora han sido muy
fuertes, sin que se observe por el momento ninguna acción contundente de parte
de los afectados (sin desconocer por cierto, las luchas locales). El gobierno
de Macri avanzó en un terreno abonado por la fragmentación y el individualismo,
y por una depresión económica iniciado en 2011.
La cuestión política fundamental es el
ajuste, después de octubre. La política económica del macrismo es una ofensiva
a fondo sobre los derechos de los trabajadores, para restablecer de esta manera
la tasa de ganancia de los empresarios. En tiempos de crisis se diluye la
ilusión del Estado “Somos todos” y aparece el Leviatán de la burguesía en todo
su esplendor. Los políticos burgueses, cuyo oficio consiste en diseñar
vestiduras para cubrir las desnudeces del Estado, se ponen nerviosos, no saben
muy bien qué hacer. Los rezongos de Carrió, de Massa, etc., disimulan apenas el
consenso general en torno al ajuste.
Con el correr de los días, la desnudez
burguesa de cambiemos comienza a generar descontento. Las centrales obreras y
los sindicatos, defensores consecuentes del orden burgués, dan señales de que
tienen que hacer algo para calmar la bronca de muchos trabajadores, tanto de
los que sufren en carne propia los despidos como de aquellos que ven cómo se
evaporan sus salarios con la inflación. Pero tampoco pasan del terreno de la
queja, pues ellos también comparten el consenso en torno al ajuste.
Cristina Kirchner es, en esta coyuntura
política, la oposición políticamente correcta al “neoliberalismo”; más claro,
la oposición ornamental que todo gobierno precisa para mantener el entusiasmo
de sus partidarios sin que se note demasiado que defiende los intereses
egoístas de una clase especifica de la sociedad. Parafraseando a Lenin, Macri
puede afirmar que “El macrismo es la etapa superior del kirchnerismo”.
La dirigencia comandada por Cristina es
incapaz de luchar contra el ajuste en curso, en el caso de Santa Cruz lo demuestra,
aunque sea en el terreno de las reivindicaciones económicas más elementales
(despidos, reducción de salarios, etc.). Si algo caracterizo a Cristina durante
su carrera política fue una actitud de menosprecio, hacia las demandas obreras
elementales (el ejemplo más claro es su crítica a los docentes durante el discurso de apertura en el Congreso en 2012).
El kirchnerismo llegó al gobierno con el objetivo de restablecer la confianza
en las instituciones capitalistas erosionada por la crisis de 2001; ello lo
obligó a realizar concesiones a los trabajadores y demás sectores populares.
Pero Cristina jamás se sintió cómoda con las cuestiones obreras.
En la coyuntura actual, donde los trabajadores
sufren el peso principal de la ofensiva de la crisis capitalista, Cristina ha
permanecido callada ante las decenas de miles de despidos y el empeoramiento de
las condiciones laborales.
La historia reciente del kirchnerismo lo
coloca en mala posición para enfrentar el ajuste. Cristina asumió su segunda
presidencia en 2011 e intentó durante los primeros meses imponer la “sintonía
fina”, una política económica dirigida a implementar una versión moderada del
ajuste de las tarifas de los servicios públicos. La política frente a la deuda
externa del kirchnerismo consistió en pagar al contado todo lo que pudo (de ahí
que Cristina haya podido vanagloriarse de ser “pagadora serial” de deuda
externa) y en negociar con los acreedores para salir del default. En este
sentido, el acuerdo con el Club de París (2014), llevado a cabo por el ministro
Kicillof, puede figurar cómodamente en un ranking de negociaciones vergonzosas
con los acreedores.
El éxito de Cambiemos requiere,
paradójicamente, de la oposición del kirchnerismo. Macri necesita que Cristina
sea su “enemiga”. Sólo así podrá aglutinar detrás de sí a los sectores que
detestan al kirchnerismo. Al mismo tiempo, la presencia de Cristina como
principal dirigente de la oposición asegura que el ajuste no será cuestionado
seriamente en términos anticapitalistas.
La capacidad de movilización del
kirchnerismo es innegable, así como el liderazgo de Cristina. Pero mucho más
innegable es su papel lamentable frente al ajuste en proceso. La ausencia de
alternativas de izquierda disimula su impotencia. En definitiva, esta ausencia
representa la gran derrota de la clase trabajadora. Construir esa alternativa
anticapitalista es el gran desafío que tenemos por delante los revolucionarios.
En conclusión las crisis capitalista
mundial es evidente, y como no podía ser de otra manera afecta también a
nuestro país; la lucha por la independencia de los trabajadores de toda
política burguesa, así sea nacionalista de izquierda y vertientes burocráticas-estatistas
pequeña burguesa de toda índole, debe estar más vigente que nunca.
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